Al final, no ha podido ser.
Pero realmente ha sido un alivio presentarme y quitarme el miedo de encima. Las últimas 72 horas han sido una tortura para mí. No tanto porque no me sentía preparada, sino porque el mito que envuelve el subir a examen es abrumador.
Ne he podido comer ni dormir bien estos dos últimos días. He estado obsesionada con la tercera marcha (mi punto débil, que al final de cuentas y cuentos no ha sido el problema.) Anoche no se cuántos rosarios llegué a rezar (la verdad es que me tranquilizó bastante.) Esta mañana/madrugada me desperté a las cuatro, asustada porque en mis sueños había atropellado a un peatón (se les llama a las personas que suelen merodear cerca de los cruces, indecisos ellos, hasta que ven un coche de autoescuela, y aprovechan para cruzar.) Al no poder conciliar el sueño, me levanté a eschuchar unos cuantos podcasts:
4am - Verbum Domini
4:06 - Pray-as-you-go
4:19 - Pray Station Portable
4:30 - Shower
Y me sobraban 2 horas para llegar a la autoescuela.
A las siete de la mañana, esperé junto a una chica joven y una señora mayor a que llegase el coche. Le señora se había presentado a examen dos veces. Para la chica era la primera vez.
Nos dirigimos hacia Montjuich. La señora y yo hicimos una última práctica. Lo sorprendente es que ya no estaba nerviosa. Me daba lo mismo.
Me tocó a mi primero. Los detalles son bastante aburridos (que si vamos a la derecha, que si vamos a la izquierda, que si aparque usted cuando pueda.) Fueron los diez minutos más largos de mi vida. Lo único que puedo decir es que me encontré con dos cruces de peatones (peatones incluidos) en los que no paré. Suspenso. En este caso, fueron lo peatones los que me hicieron daño a mí.
La próxima... ya veremos.
Ahora sólo toca hacer un mes de vacaciones y en septiembre apor ellos, oe.
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